viernes, 3 de julio de 2009

Pedagogía del Amor para el fortalecimiento de los Valores Cristianos

La cultura occidental se ha visto marcada por eventos de diferente naturaleza: político, socio-económico, psicoafectivo, técnico, científico y cultural; de igual modo, el desarrollo de la sociedad ha estado condicionado por los paradigmas dominantes, en los que entran en juego los estilos de vida, la ideología, los valores, la educación, la economía, la política, entre otros.

En este sentido, surge la imperiosa necesidad de buscar alternativas que ayuden a producir conocimientos, estos indudablemente deben tener la característica científica, pues según las ideas de Gallegos (2004), está comprobado que la visión racionalista y su método no es el camino más adecuado para la producción científica, eso se debe a que deja fuera el estudio de la conciencia en el proceso mismo de producción de ciencia. La ciencia es posible por la existencia de la conciencia, si no existiera la conciencia no se podría producir ciencia. Desde la visión integral, la nueva ciencia construye nuevos conceptos para estudiar las experiencias de los organismos con conciencia. Esto incluye, de manera central, la experiencia espiritual humana. La nueva ciencia con conciencia percibe el universo no como un conjunto de objetos, sino como una comunidad de sujetos (p.11). Indiscutiblemente, se debe abordar en el ámbito educativo el asunto de la visión integral, ya que la educación debe ser vista como una alternativa para superar los paradigmas dogmáticos y cientificistas, incluyendo, de igual modo, el componente espiritual, que también forma parte del ser humano.

Como se evidencia, existe una gran necesidad de promover un nuevo tipo de educación, la que debería dar pauta para favorecer el desarrollo integral y global del educando, dentro de este enfoque, aprender, es un concepto que adquiere una connotación especial, difiere mucho del concepto que se tiene en la educación mecanicista; desde la educación integral, aprender es un proceso que implica muchos niveles de la conciencia humana como el afectivo, físico, social y espiritual, lo cuales rebasados por el devenir histórico marca multiplicidad de cambios, ocasionados unos por la naturaleza, y la gran mayoría por el hombre como principal agente.

Todo lo cual, resulta significativo, dado a la evidente multiplicidad de medios de comunicación, el problema generacional, el desempleo, la cultura científico- técnica, la gran violencia de toda índole que azota al mundo, el creciente comercio y el consumo de alucinógenos, aspectos que deben llamar a la reflexión de todos los que tienen la misión y la función sagrada de acompañar al estudiante en sus procesos de aprendizaje y formación.

Los argumentos planteados resultan relevantes, pues se es testigo de que los jóvenes de esta generación padecen más conflictos emocionales que los de épocas anteriores debido a que viven en circunstancias en las que prevalecen los intereses característicos del materialismo, de una sociedad de consumo en la que nunca los deseos se ven satisfechos, ocasionando esto, graves desequilibrios en la mente del ser humano. Diariamente se lee o escucha los múltiples casos de actos de violencia propiciados por adolescentes; homicidios, actos suicidas en las instituciones educativas y en el seno familiar.

En la profesión docente, es frecuente encontrarse con estudiantes que padecen agresividad, miedo e intolerancia, son más impulsivos, incapaces de interactuar con sus compañeros de grupo y de clase, por tanto, el proceso de aprendizaje se dificulta. De igual modo, el empleo de la palabra es cada vez más precario; es así como el don de la palabra va perdiendo su razón de ser para confundirse en espacios inconmensurables de mentira, engaño, calumnia, injuria y violencia, ingratitud y egoísmo.

Una pedagogía centrada en la educación integral debe plantear claramente sus propósitos: Formar y no solo instruir, contribuir a la superación de los problemas afectivos, ayudar para que sean capaces de encontrarle solución a sus conflictos, asesorar y acompañar a la cúspide de su propio valer, así como valorar el sentido de autonomía, responsabilidad y verdad. Todo esto debe aprenderse en el hacer para que resulte el verdadero hombre consciente de su Ser y de la función social que debe cumplir como agente transformado y transformador.

En este contexto, surge la Pedagogía del Amor, que según Tintos (2006), “es un estilo educativo, un talante, una actitud que todo educador debe encarnar. Su validez es pues extensible tanto a los padres como a los profesores.” (p.2). Acota el autor mencionado, que el eje fundamental que vértebra la pedagogía del amor es, obviamente, el amor, porque él constituye uno de los pilares básicos en los que ha de sustentarse la educación, ya que el amor genera un movimiento empático que provoca en el educador la actitud adecuada para comprender los sentimientos del educando y, en cierto modo, prever su comportamiento. Es necesario, pues, reflexionar sobre el amor y analizar sus implicaciones, exigencias o manifestaciones en el proceso educativo, a fin de perfilar algunos de los rasgos más sobresalientes que configuran la pedagogía del amor, sin la pretensión de agotar el tema y como una mera invitación a la reflexión.

De acuerdo con esto, se puede evidenciar que la pedagogía del amor es consciente de que la educación tiene como objetivo fundamental el desarrollo integral de la personalidad del educando y, por ello, no reviste un carácter reduccionista, limitándose a ser una nueva transmisora de conocimientos, sino que, además de esa dimensión informativa e instructiva, procura atender a la dimensión formativa, facilitando al educando la interiorización de los valores necesarios para afrontar la vida conforme a su dignidad de persona, como es el caso de los valores cristianos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario